martes, 12 de noviembre de 2013

Relato Fanfic (No Oficial) Warhammer Fantasy "Compañía La Mano de Morr: Asuntos Fraternales 1ª Parte"

Por enésima vez Diéter Heldritch se miró las manos, aún sin saber cómo había llegado a aquello. El sólo era el hijo de un sacerdote de Morr que había querido estudiar medicina, nada más. Y sin embargo...

Y sin embargo era descendiente de una noche de pasión carnal de un nigromante y ahora sus oscuros poderes habían despertado. Su antepasado lo había poseído durante unos meses por los dioses saben que razón, en esos meses su hermana Katerina se había convertido en la Segadora de Morr y sus amigos Leopold Lutzwig y Erich Kaltsen se habían vuelto aventureros para perseguirle. Además un loco llamado Anselm Fitsgart se había dedicado a perseguirle con unas cadenas de la condenación o algo así.

Lo peor de todo eran los poderes. No sabía cómo los poseía pero el caso era que los poseía. Podía sentir la muerte como nunca antes, lanzar rayos mortales, corroer las cosas con sólo concentrarse y hacer enloquecer a la gente, así como Morr sabría que más.

Estaba condenado, sí.

Pero al menos, decidió, sería su hermana quién le matase y no un estúpido y presuntuoso alto elfo de "cabellos dorados", como decía su hermana entre dientes bajo su cogulla. Con un gesto disipó el delicado hechizo del elfo y después concentró sus poderes en un poderoso torrente de oscuridad, un chorro de magia negra reconcentrada. Al principio el elfo hizo un gesto de concentración y sorpresa y trató de resistir el taque con delicados gestos. Desgraciadamente mientras los hacía sus manos se secaron y agrietaron así como el resto de su cuerpo y mientras componía una expresión de horror fue consumido por el torente de oscuridad y  se convirtió en polvo.

Para molestia de Diéter resultó que no iba sólo. Una furibunda elfa salió de detrás del elfo y lanzó un conjuro dirigido hacia dónde estaba Diéter. Las pena debió hacerla errar, o quizás tendría sus ojos cegados por los restos de su áureo compañero por que Diéter apenas si se torció un poco para ver cómo el conjuro pasaba por su lado e impactaba contra unos aventureros enanos en los que no había reparado.

Se diga lo que se diga acerca de la resistencia mágica de los enanos y de la destreza mágica de los elfos, está claro que en ocasiones el saber popular falla o en una expresión más común "Los dioses se ríen de nosotros". Los enanos detrás de Diéter se convirtieron en piedra y luego estallaron. Algunas esquirlas rozaron al "nigromante" pero poco más. Cuándo Diéter se volvió para encarar a la hechicera elfa resultó que unos parientes de los enanos la habían matado a hachazos en represalia y se llevaban su cuerpo.

Así que sólo quedaban Diéter y su hermana en el campo de batalla. Katerina se acercó caminando, alerta, pero sin prisa, sujetando una guadaña en cada mano. Diéter la observaba atentamente, consciente de que sería la última vez que la vería. Estaba magnífica. En verdad se merecía el título de Segadora de Morr.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Relato Fanfic (No Oficial) Basado en Warhammer Fantasy "Locke Audleyr 1ª Parte: Buscador Filial"

Realmente escapar de la casa no fue lo difícil, sólo tuvo que aprovechar una ventana abierta para ventilar en el piso de la calle. Llevaba varios días planeando y preparando la fuga mientras simulaba estar enfurruñado con su madre desde su última discusión. Entre otras cosas había dejado la daga, encantada por encargo de su madre para que no sólo fuese un arma formidable sino que le permitiese rastrearlo, así como los colgantes de las distintas religiones que habían simulado adorar pública o secretamente a lo largo de los años. La daga que llevaba era otra mucho más sencilla en apariencia pero con runas enanas que sabía tenían verdadero y duradero poder. Además de una nada despreciable suma de dinero escondida en diversos bolsillos acolchados estratégicos. Eso, un hatillo con enseres varios de cocina y caza y una ropa de viaje desgastada y propia de pobres.

Básicamente tuvo que dejarse caer de la ventana en un momento en el que no había nadie en la calle, abrir la puerta del jardín, salir, cerrarla y tirar la llave entre las rejas de esta. Después se alejo caminando tranquilamente como cualquier otro mozuelo de la ciudad. En unos minutos había abandonado la parte alta y en poco menos de una hora cruzaba las puertas de la ciudad.

Locke estaba harto de su madre, bueno, de su madre no, pero sí de las mentiras. No le molestaba mentir a la gente o hacerles incómodas preguntas de un niño inocente. No le molestaba cambiar de nombre tanto como de ropa o tener que saber distintas educaciones y cuándo usar cada una. No. Lo que le molestaba era que le mintiera acerca de su padre, le había enseñado a detectar cuándo alguien miente y Locke era bueno en ello así que veía claramente a través de la mentira de su madre acerca de que los había “abandonado”. Y un cuerno. Había un médico en Middenheim. Middenheim no estaba muy lejos de Altdorf. Pero no podía dejar que su madre lo encontrase allí. En la nota que le había dejado le indicaba que se iba a buscar una espada metalíquida. Y si la encontraba tras encontrar a su padre, pues mejor. De momento se encaminaba en dirección al bosque de Laurelorn.

Antes de llegar al primer pueblo se hizo un arco con maderas del bosque y una cuerda que le compró a un cazador. Después se unió a una caravana ofreciéndose como arquero. Las sonrisas de condescendencia se redujeron después de darle a una estaca a 100 metros 20 veces consecutivas sin pararse apenas a apuntar tras el primer disparo. Y tras prácticamente abatir el sólo él primer ataque de bandidos a certeros flechazos desaparecieron. Aunque la caravana le ofrecía comida el prefería cazar sus propias presas y comía de su comida sólo cuándo no conseguía cazar nada. Sólo tuvo que usar su daga una vez.

Era la noche del segundo día de marcha, todos estaban dormidos, nerviosos, pero dormidos. Al día siguiente llegarían al pueblo. Los vigías estaban pensando más en mozas de taberna y bebida que en lo que acechase en la noche. Una caravana plácidamente despreocupada y lista para ser atacada. Los hombres bestia no eran numerosos, Locke había visto manadas más grandes, casi todos eran ungors y sólo había un puñado de gors. Por desgracia los guardias de la caravana debían ser todos novatos pues reaccionaron con pánico y precipitación. Locke se subió a lo alto del carro en el que dormía (por ser niño, se libraba de las guardias nocturnas) y empezó a disparar flechas a toda figura con cuernos que distinguía. Cuando se le acabaron saltó del carromato daga en mano contra una especie de cerdo-cabra y le abrió la garganta antes de que pudiera reaccionar. Una leve vibración de la daga le advirtió del peligro, la hizo girar en su mano y se impulsó de un saltó hacia atrás mientras giraba y dejaba que la magia de la daga hiciese su trabajo. La daga se clavó en el desprotegido cuello de una cochinilla con cresta de gallo.

Sin inmutarse siquiera por lo grotesco de la criatura, Locke rodeó el carromato en silencio y se apropio de una espada corta y una rodela de un vigía caído. Después avanzó en dirección a los únicos sonidos de lucha.

Los tres vigías restantes se defendían como podían contra cinco ungors, lamentando no tener su arco, Locke se aproximó sigilosamente a las bestias. Al más cercano le metió un corte en el cuello y lo mató sin que los demás lo notaran, pero el segundo metió un alarido de dolor cuándo se le desvió la espada y aunque consiguió acallarlo de un tajo en el pescuezo los tres monstruos restantes se volvieron a mirar y se encararon con una presa más apetitosa.

Y entonces los vigías se ganaron el sueldo atacando a los ungors por la espalda y ensartándolos con sus armas. Tras la trifulca el amanecer despuntaba en el horizonte y la caravana reanudó su marcha apresuradamente.

Al mediodía llegaron al pueblo, dónde Locke recibió una pequeña suma de dinero para agradecerle su valor por parte del dueño de la caravana. Tras esto Locke fue a la taberna más cercana y tras pedir una comida habló con el posadero de su “misión” de ir a Laurelorn, tras lo cual salió del pueblo en dirección al bosque y durmió en un árbol mientras meditaba. Locke era un muchacho un poco alto para un joven de su edad, con una mata de pelo negro y unas ropas desgastadas, además, había realizado con asiduidad ejercicio físico y había desarrollado una sensible musculatura, llevaba un jubón de cuero propio de mercenarios y ropas desgastadas y pobres.

En el árbol Locke meditaba, llevaba el nombre por el cuál su madre había conocido a su padre hacía tantos años y su plan era despistarla para que no supiese a dónde iba. Por ello iba a fingir dirigirse a Laurelorn y después cruzar las Tierras Desoladas hasta Marienburgo. Cualquier otro se habría sentido aterrado. Pero no Locke. Desde que era un bebé se había encontrado en peligro constante, ya fuese en una peligrosa misión de su madre en el extranjero al servicio del imperio o en los brazos de una vampiresa del clan Lahmia mientras su madre jugaba en múltiples bandos. Había escapado de un barco de esclavos de elfos oscuros y había frustrado los planes de un nigromante quemando su báculo de poder. Locke no había tenido una infancia normal siendo hijo de una de las espías de Karl Franz. No se podía esperar que fuese un niño normal.

Cuando despertó el anochecer estaba próximo, así que emprendió la marcha entre las ramas de los árboles.

En los meses siguientes se contaron cuentos e historias acerca de un halfling loco que viajaba por las Tierras desoladas matando a todo bandido o criatura infernal que se encontrase.